Schweigen


 Podría comenzar, nada mejor, este escrito haciéndole mención y dejándote un largo intervalo entre las siguientes palabras

Ojalá lo hallas percibido. Quizás él pueda alejarte de los distractores, de las ilusiones que intentaran inventarte cuando en realidad son nadas disfrazadas de grandeza. Deseo que te lleve a contemplarte, jamás dudando de lo increíblemente especial que eres para este mundo, mi mundo. Que puedas utilizarlo como sentido profundo de las cosas, transformándote el alma, haciéndola, si se siente triste, volver en sí. 

Que te aguarde y te vea descansar, meditar, entrar en pleno contacto con la naturaleza y en su invariable belleza; tal vez, observando el agua de un rio, como tanto te gustaba. Si no lo sientes es porque no lo escuchas, porque su función también es hablarte, tal vez, no el idioma que esperamos, las palabras sobran y muchas veces son motivos para el desentendimiento o la confusión. 

Tampoco permitas que sea cómplice de la premura, del escape continuo. Que no utilicen su buen nombre para aprovecharse de tu bendita compañía. 

Jamás te llevará al olvido, no es su función, lo contrario; en su pleno fundamento es sinónimo de volver a pasar todo por el corazón. Es bendito, como aquel momento donde nos conocimos. 

Que no te perturbe su acompañamiento, no lo llenes de ruidos, no lo evadas, que no te asuste… que lo sepas comprender es aproximarte a reconocer tus adentros, tus realidades, tu verdadero amor, tus riquezas interiores. 

Presiento que, al dejarte unos minutos con él, lo hago en buenas manos porque estimo, no tiene la menor intención de ponerle fin a todo el amor que te guardo. 

No lo nombrare, mejor vete adivinando…

“Si pronuncias mi nombre desaparezco”

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