Al olvido...

 


Un día nuestro amor dejara de existir, por tu olvido y por mi olvido.

¿Estamos dispuestos a ser olvidados? Expulsados de corazones que nos amaron tanto y mentes que pensaron en ese amor intempestivo.


Hay dos luchas, en cuanto al amor, que, a mi parecer, se llevan a cabo. Una es el “no me acuerdo”, un “no me acuerdo” desprevenido, indiferente. Algo que nosotros mismos intentamos conciliar mediante nuestro propio acto de pensar, o en este caso, el no pensar, obligados a no recordar, amenazados por los sentimientos. El “no me acuerdo” fingido es cobarde pues se esconde y vuelve a salir cada vez que los sentimientos lo acorralan.

La otra es sabernos seres que olvidan por naturaleza; ¿pero en el amor, esto puede llegar a lograrse? Como un sentimiento tan humanamente autentico puede permitir tamaño sabotaje. No es el amor la virtud más pura que posemos, incapaz de lastimar, de omitir, y así mismo es más de las veces quien se rinde sin pelear frente al olvido. De repente es lo más fuerte en este mundo, luego, llegada la noche de desamor y de perturbaciones se vuelve endeble y no tiene más remedio que conciliarse con él, poco a poco claro. El olvido existe, no se habla de él, no nos invitamos a olvidar, pero su figura, si es que podemos idealizarlo, es algo innegable, tal vez como la muerte; y puede venir a buscarme. El olvido gana.

Hay quienes permiten el olvido con cierta celosía, solapado entre suspiros, como una falta leve que vemos, pero que dejamos pasar. Todo se va cubriendo de suaves nieblas. Otros luchan contra el en un frente abierto, se arrojan, (de ambos lados) amor y olvido, recuerdos y arrebatos. Y otros, ya sin ningún intento de lucha, abdican de inmediato. En un parpadeo todo es lóbrego y funesto.

Lo que soy incapaz es de olvidarte. Y es que de otra forma vuelvo a lo mismo; si un día nuestro amor dejara de existir, seria por tu olvido y por mi olvido; y, querida mía, yo no soy un cobarde con los sentimientos. Les respeto y los defiendo. Como aquella abuela mía, Faustina, quien faltándole a su lado el hombre de su vida jamás se atrevió a olvidarlo, fue un amor verdaderamente intempestivo, de pura esencia, noble. Ella no dejo caer todo ese amor en el olvido, nunca. Hasta su muerte ese amor, el de los dos, porque ya era uno, vivió plenamente.

Con mi olvido y el tuyo pasaremos a la nada misma, a dejar de existirnos el uno al otro, como si no hubieses sido, cuando lo fuimos tanto, tanto... nos condenaremos sin cargo y culpa a un largo inexistir, perdidos, para nunca más, por lo menos en esta vida, volver a memorizarnos. 


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