Al atardecer del alma...
Cierro los ojos y la siento. Puedo escuchar
como va y viene por la casa, por todos los rincones…
- - No prefiero ninguno – me dice-
me gusta acompañarte, más bien no dejarte solo. Sabes bien que nos necesitamos.
“Nos necesitamos” esas fueron sus primeras palabras
al reencontrarnos. Estaba mansa y serena, yo, en cambio, era como un pájaro
mecido en la peor de las tormentas.
- - Sabes – me decía con énfasis- Hace
meses que llevo observándote nuevamente. Me gustas, más aún cuando estas
errante; por eso me tome el atrevimiento de detenerte, así sin más. Sin que tú
lo esperaras ni yo lo pensara, como esos golpes de frío o sustos certeros. ¿Por
qué no damos un paseo juntos? Nos sentara bien…
- - Me parece bien – le respondí -
Que te parece si vamos a…
- - El parque Güell! – exclamo con
absoluta convicción sin dejarme terminar de hablar.
- - Sabes que a los dos nos encanta
ese lugar. ¿Lo recuerdas?
- - Si, como olvidarlo – le dije
con cierta decidía – allí apareciste muy fugazmente, casi con inmediata
superficialidad. Pero note que serias buena compañera.
- - ¿Ah sí? Buena compañera – y
sonreía con cierta conspiración – otras personas no piensan lo mismo.
- -
No interesa eso. No te deben de
conocer tanto como yo, ni se habrán tomado el menester tiempo de sentarse a
hablar contigo.
- -Tal vez, o quizás, algunos al
nombrarme ya se espantan. ¡Incrédulos! Como si alguien desconocido fuera y
nunca llegaría a sus vidas; sabes, yo también tengo sentimientos.
- - Lo sé. Pero no hagas caso a
esos incrédulos. Ahora, ahora estás conmigo otra vez – lanzaba yo, mis palabras
al viento.
- -Si. Y que bien me sienta. Tanto
tiempo sin vernos, el alejamiento que pusimos obligadamente si quiera dio lapso
a pensarnos.
-
Es verdad – le respondí – yo
también deje de pensarte cuando estaba esplendido, pero no deje de recordarte.
Faltaba más.
- - Lo sé – y en voz muy baja me
dijo – sabía que aún me recordabas.
- - Siempre me tomas por sorpresa,
debe ser eso que te hace un tanto especial. - casi hablándome al oído con su
tenue voz, me dijo – cada uno me hace especial -.
El día que llego
junto a mi todo fue diferente en casa, la convivencia se trasformó en una
práctica de multiplicidades. Su equipaje ocupo un sitio muy escueto de la casa,
luego se instaló en mi sillón con una holgura asegurada como quien afirma su estadía.
-Tu casa es
pequeña pero acogedora – menciono – después de todo, no necesito más nada que tú.
– y se cenia en mis brazos -.
No le molesto en
absoluto mi modesta decoración varonil, ni mi desorden animal. Temía que
infectara la casa con sus ideas funestas de ambientación y elija su color
oscuro favorito para repintar las paredes.
La división de
lugares no fue menos que una rápida conciliación.
- - Donde tu prefieras será mi
lugar correcto, después de todo no traigo muchas pertenencias, soy muy austera.
El cuarto,
aunque no muy luminoso, nos acogió sin reparos, era su lugar favorito. Quizás
por los desenfrenos que teníamos por las noches, podía sentir su respiración
que recorría mi cuerpo, sentía que me hacía el amor. O, tal vez, la poca
luminosidad estructural de aquellas paredes que guardaban nuestros olores,
pensamientos y lágrimas que hacían fundirme en su imaginada figura y abrazarla
con todos mis miedos y resignación. Muchas noches la sentía despierta, muy
despierta. Viraba hacia su lado, la observaba, y perdidamente me sumergía en su
desvelo.
Los días
acompañaban la continuidad de toda pareja. Solíamos despertar casi juntos, a
veces ella más temprano, pero no podía oírla, guardaba el más absoluto
silencio. Quizás para darme la sorpresa que había marchado pero al levantarme
ya me esperaba en la mesa y me acompañaba en el café hasta salir de casa e
imaginar que ella iba a pensarme tanto en mí, como yo en ella. (Podía
sentirlo).
- - Tu casa sigue igual, casi no
parece que yo hubiera marchado – menciono -.
- - La había re decorado toda en
algún momento – le dije algo resignado- Pero la decoración al igual que
nosotros pasamos de las personas y en un devenir todo queda estático y viejo.
(me sonreía, creo que se burlaba de mí).
- - Estoy algo cansado – le dije-.
- - Anda, vamos a la cama – y me
llevaba con la mirada de un condenado, aquel que camina a lo indefectible de su
final, sintiendo que antes del alba sus ojos no sabrán el nuevo día…otra vez
podía sentir como sus fuerzas vencían a las mías, me inmovilizaban el cuerpo y
al igual que la corriente arrastra todos a su paso, iba yo claudicando por
completo.
Ahora está aquí
conmigo. Por creerme feliz había huido desesperadamente de mi lado. Pero ahora está
conmigo, la siento tan aferrada a mí que la veo en mis espejos cuando me miro
en ellos, mi cama ya tiene su forma, mi corazón su lugar. Es tan mía que no la
quiero compartir con nadie, apenas la presento, a no ser que la noten y en ese
factico momento, lo mismo que en la oscuridad en la que se citan los amantes, la
aparto de sus sombras, la ubico irremediablemente a mi lado y la presento, casi
con su misma voz tenue.
- - Ella es mi tristeza.
Ame este escrito 😍
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