Al atardecer del alma...
Cierro los ojos y la siento. Puedo escuchar como va y viene por la casa, por todos los rincones… - - No prefiero ninguno – me dice- me gusta acompañarte, más bien no dejarte solo. Sabes bien que nos necesitamos. “Nos necesitamos” esas fueron sus primeras palabras al reencontrarnos. Estaba mansa y serena, yo, en cambio, era como un pájaro mecido en la peor de las tormentas. - - Sabes – me decía con énfasis- Hace meses que llevo observándote nuevamente. Me gustas, más aún cuando estas errante; por eso me tome el atrevimiento de detenerte, así sin más. Sin que tú lo esperaras ni yo lo pensara, como esos golpes de frío o sustos certeros. ¿Por qué no damos un paseo juntos? Nos sentara bien… - - Me parece bien – le respondí - Que te parece si vamos a… - - El parque Güell! – exclamo con absoluta convicción sin dejarme terminar de hablar. - - Sabes que a los dos nos encanta ese lugar. ¿Lo recuerdas? - - Si, como olvi